viernes, 2 de octubre de 2009

NACHO VEGAS: el cazador

Pocos días después que el cantatutor asturiano edite un nuevo EP -titulado El género bobo-, decidimos colgar este reportaje, publicado hace poco tiempo por la revista G7. En realidad, cuando se produjo el diálogo transatlántico, el eje era el último disco de Nacho Vegas hasta entonces. Y aún no dejan de sorprender las respuestas, lacónicas y contundentes, que Vegas fue dejando caer.

LA CANCIÓN REVELADA
Es uno de los cantautores españoles más talentosos de su generación. Con estampa de artista maldito y una obra contundente, se perfila como un referente a ambos lados del Atléntico. Su último disco se llama El manifiesto desastre.


Por Martín E. Graziano

“Hablo solo, bebo te, tomo notas para hacer de mi vida sin ti algo habitable”. El manifiesto desastre, último disco de Nacho Vegas, empieza terrible. Y acaba peor. A lo largo de todo el trayecto, el cantautor español exhuma las propiedades exorcistas de la canción hasta sus últimas consecuencias. La buena noticia, es que el resultado redime: los temas de Vegas siempre son vitales, aún desde el pozo.
Para este asturiano, la cronología de los acontecimientos empieza en Gijón durante los ’90, con su banda seminal, Eliminator Jr. Después vino su paso y deserción por los prestigiosos Manta Ray hasta que, tras de la muerte de su padre, Vegas escuchó el impostergable llamado de la composición honesta y visceral. El registro inicial fue Actos inexplicables (2001), un primer disco solista que marcaba las reglas del juego. Una obra afín tanto a la poética folklórica española como a los íconos de la Norteamérica profunda, tirando lazos hacia Dylan, Cohen y los agitadores de la movida madrileña.
Si bien su foco siempre fue la canción de autor, desde que publicó Desaparezca aquí (2005) comenzó a privilegiar trabajos en colaboración. Primero se alió con Enrique Bunbury para editar un disco doble subestimado y valiosísimo. Luego apareció en su vida la chanteuse Christina Rosenvinge. De los laberintos de la seducción emergieron con Verano fatal, y más tarde revisitó la cancionística popular asturiana junto a Xel Pereda, su guitarrista y compadre. Todos esos caminos condujeron a El manifiesto desastre. Allí, Vegas transita su songwriting de caladura existencial, con referencias al country más denso, la heroína, el melodrama mexicano y hasta la poética de Fernando Pessoa.
-¿De qué habla o crees que habla el disco?
-Bueno, discúlpame si parece una evasiva pero si supiera decirte de qué habla entonces no hubiera necesitado cantarlo. Supongo que habla del miedo, un miedo común y vulgar que todos sentimos.
-¿Pensás en un interlocutor a la hora de componer o registrar un disco?
-Sí, yo mismo casi todo el tiempo. Y en ocasiones, en algún momento del proceso en el que dudo hasta de mí mismo, también pienso en alguna persona importante para mí.
-Tu forma de trabajo está bastante disociada con el mercado. ¿Cómo te resulta el trabajo desde un sello independiente como Limbo Starr?
-Ellos me dan la oportunidad de trabajar como necesito, publicando discos con una frecuencia que obedece al ritmo de creación, básicamente. Eso del mercado es una cosa tan fea...
-Desde 2005 hasta aquí participaste en varios proyectos en colaboración. ¿Te resulta difícil compartir el mando en el proceso de creación?
-Me resulta difícil escribir con otra gente, pero no trabajar. Los discos compartidos para mí han supuesto un gran aprendizaje de otros. También entrar en su mundo, como espías autorizados a robar los planos secretos.
-¿De dónde proviene tu interés por las músicas asturianas de raíz?
-Pues de que soy asturiano fundamentalmente. Me interesa la música como expresión popular, y en la música de raíz se puede encontrar toda esa pureza que le es inherente. El rock siempre ha bebido de ella, y no me ha resultado nada difícil encontrar puntos de conexión con lo que hago.
-¿Qué libros y discos han sido realmente formativos para vos?
-Yo creo que aún sigo formándome, y espero seguir haciéndolo hasta que muera. Los discos de los Smiths o los libros de Raymond Carver cambiaron mi vida hace ya años, pero después han seguido viniendo muchos más, y más que vendrán. Hay muy poco tiempo aquí.
-Se te asocia invariablemente con la figura del ‘artista maldito’. ¿Crees que el mejor arte nace del dolor?
-No sé si el mejor, pero al menos parte del bueno nace a partir de sentimientos extremos como el dolor y la pérdida.
-¿La canción se te revela siempre del mismo modo? ¿Cómo trabajan, en tu caso, la musa y el oficio?
-Gran parte del trabajo, en mi caso, consiste en esperar. Estoy en mi casa dando vueltas, o con la guitarra entre las manos, y es todo muy frustrante casi siempre. Escribo cosas estúpidas y me canso mucho de mí mismo. Pero esperas, y de repente llega algo que lo cambia todo, tu percepción de las cosas y tu estado de ánimo, y tienes que estar alerta para que no se te escape. Me gusta eso: las canciones no se escriben, más bien se revelan.

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